viernes, 24 de julio de 2015

Es mucho más fácil pedirte perdón, que haberte pedido permiso...

Y una señorita tal vez conocida por su belleza, 
se hizo famosa por sus nervios 
ante la incomprensión de la letra.

Es mucho más fácil pedirte perdón, que haberte pedido permiso...

Pedir perdón no es tan fácil. Amerita respeto al otro, amerita reconocimiento de un error y cuando se actúa deliberadamente, admitir un error cuesta.


Pedir perdón es una necesidad de quitarle al otro el dolor causado.

Pedir perdón es una necesidad de devolverse.

Pedir perdón es querer borrar lo hecho.



Pedir perdón es tener miedo a perder algo valioso.

Pedir perdón es gritar desde el silencio.

Pedir perdón disminuirse con la mejor intensión de quedarse.




Pedir perdón es saber lo que vale el otro a quién herí.

Pedir perdón no me humilla, saber que cometí un error y no pedí perdón, si.

Pedir perdón es tener miedo y enfrentarlo.


Pedir perdón es creer.

Pedir perdón es arriesgarse.

Pedir perdón es cuidar.

Pedir perdón es arrimar el ego al filo de la navaja.

Pedir perdón es necesidad de liberarse.

Pedir perdón es saber.

Pedir perdón es pedir sin garantías.

domingo, 12 de julio de 2015

SIN MIEDO

Los que gustamos del café, en mucho gustamos más de lo que implica: amigos, compañía, largas y gratas conversaciones, momentos. 

Lo mismo tal vez también de un vino, a un ritmo de cuerdas o teclas.

Los que gustamos de café, en mucho gustamos de vivir. VIVIR.

Y vamos a lugares nuevos, pero vamos a lugares continuamente, con insistencia porque encontramos calidez. Y sabemos que el dinero que cuesta es una inversión para la vida. ¡Vamos!, que con el dinero de dos café al día, tal vez no construiremos un imperio pero aquellos momentos son el imperio mismo.

Pero Venezuela qué necia eres, ¿que no te das cuenta que tu gente está construyéndote en un café?, perdona Venezuela si te culpo de lo que tu misma no puedes prescindir.



El mio sin miedo por favor. Así cada día pido un café, porque llegar y bajarme del carro da miedo, porque si en el carro dejé la máquina de la compañía el miedo es superior, porque llegar a la cafetería y entrar y sentarnos y ver que está rodeada de policías da una sensación indescriptible, que se pasea de la tranquilidad al terror, un subybaja, que juega conmigo y no yo en él. 

El mio sin miedo. ¿Con azúcar?, no por favor, sin miedo. 

Porque salir de la cafetería es mirar hacia los lados de manera frenética y no sabes si disimularlo para que no se te vea el miedo o mejor hacerlo notar para que vean que estás prevenido. 

Porque regresas a casa y mientras te bajas del carro o abres el estacionamiento, probablemente debas dar otra vuelta porque el motorizado que viene al frente, tiene cara'e buena gente, pero es que así están disfrazados, de buena gente.

Porque decides no salir más, porque ya los cafés te los veden con miedo y así no lo quieres. Entonces es mejor estar en casa, ¡ah!, sabroso, en casa, en el sofá, con música a gusto, par de amigos en casa, probables dulces para acompañar aquella espesura amarga del café; pero Venezuela, ¿qué haces? déjame comprar café que prefiero hacerlo en casa, a mi gusto, con mis tazas, con estacionamiento cerrado. Perdona Venezuela, de nuevo te culpo de algo que tu misma no sabes cómo salir. En Venezuela NO puedes comprar café para degustar en casa con tus amigos, no hay.

No hay opción, seguir apostando a construir, a pedir un café sin miedo, aunque la salida pronto comience a ser otra.

Tal vez, un día, escriba cómo es aquello de pedir un café y que me lo sirvan sin miedo sin tener que advertirlo.

sábado, 11 de julio de 2015

A JURO

La doñita llega al café, el barista la mira, la analiza y seguro se da cuenta que es una mujer enamorada, de esas que destilan poesía cuando habla. La doñita confía en que el barista le haga un café decorado, de esos que enamoran.

El barista se ensaña, el barista tiene en la mira a la doñita y descargará en ella todas sus frustraciones, el barista ese día vengará en la doñita cada cliente prospecto de asesinato que se sienta en la barra, entonces a drede y sin compasión le envía el café con... una ramita.

¡UNA RAMITA! La doñita cuarentona acaba de perder todas sus ilusiones, el café no trajo corazón.

¡Barista, Barista! a mi amiga si le puso un corazón, porque la amiga, de esas que no son amigas nada, le ha tendido una trampa. El barista será quien en adelante le rompa las ilusiones.

Sin embargo, cada día la doñita iba al café para pedir amor a juro.

Total, el #amelilove el cliente siempre tiene la razón.

La amistad se disfraza de café

Solían ir los viernes en la mañana, y los lunes a media tarde y cualquier día.

Solían compartir los sueños, solían conversar las penas, porque las penas conversadas son medias penas. Solían celebrar las alegrías y apurar los sueños, diseñar las ilusiones, solían arreglar al país, solían construir los pisos de la empresa, los construían y tumbaban porque eran de Lego, solían armar nuevas juntas directivas, solían disfrutar, solían perder el tiempo, porque el tiempo perdido entre amigos es tiempo invertido, solían trabajar, solían crear nuevas estrategias, solían analizar las fallas para lograr soluciones, solían quejarse de los quejones, solían decir lo que no se podía decir, solían contar lo que al salir se debía olvidar, solían hablar de los amores, porque nada como un amigo para oírte aquello que no tiene ni sentido.

Solían hacer equipo, de esos que son amigos, de esos que son familia. Solían pedir café y té. Solían sentarse y era tan bueno que muchos querían unirse.



Porque para un café no hay ni tiempo ni espacio.
Porque para un café #amelielove basta tener buenos amigos.

BONITO

Bonito es dar paseitos... Bonito es cruzar el PRU, mirar a un lado y ver ese espejo verde-azul, mirar al otro y estás tú... Bonito es sent...