domingo, 12 de julio de 2015

SIN MIEDO

Los que gustamos del café, en mucho gustamos más de lo que implica: amigos, compañía, largas y gratas conversaciones, momentos. 

Lo mismo tal vez también de un vino, a un ritmo de cuerdas o teclas.

Los que gustamos de café, en mucho gustamos de vivir. VIVIR.

Y vamos a lugares nuevos, pero vamos a lugares continuamente, con insistencia porque encontramos calidez. Y sabemos que el dinero que cuesta es una inversión para la vida. ¡Vamos!, que con el dinero de dos café al día, tal vez no construiremos un imperio pero aquellos momentos son el imperio mismo.

Pero Venezuela qué necia eres, ¿que no te das cuenta que tu gente está construyéndote en un café?, perdona Venezuela si te culpo de lo que tu misma no puedes prescindir.



El mio sin miedo por favor. Así cada día pido un café, porque llegar y bajarme del carro da miedo, porque si en el carro dejé la máquina de la compañía el miedo es superior, porque llegar a la cafetería y entrar y sentarnos y ver que está rodeada de policías da una sensación indescriptible, que se pasea de la tranquilidad al terror, un subybaja, que juega conmigo y no yo en él. 

El mio sin miedo. ¿Con azúcar?, no por favor, sin miedo. 

Porque salir de la cafetería es mirar hacia los lados de manera frenética y no sabes si disimularlo para que no se te vea el miedo o mejor hacerlo notar para que vean que estás prevenido. 

Porque regresas a casa y mientras te bajas del carro o abres el estacionamiento, probablemente debas dar otra vuelta porque el motorizado que viene al frente, tiene cara'e buena gente, pero es que así están disfrazados, de buena gente.

Porque decides no salir más, porque ya los cafés te los veden con miedo y así no lo quieres. Entonces es mejor estar en casa, ¡ah!, sabroso, en casa, en el sofá, con música a gusto, par de amigos en casa, probables dulces para acompañar aquella espesura amarga del café; pero Venezuela, ¿qué haces? déjame comprar café que prefiero hacerlo en casa, a mi gusto, con mis tazas, con estacionamiento cerrado. Perdona Venezuela, de nuevo te culpo de algo que tu misma no sabes cómo salir. En Venezuela NO puedes comprar café para degustar en casa con tus amigos, no hay.

No hay opción, seguir apostando a construir, a pedir un café sin miedo, aunque la salida pronto comience a ser otra.

Tal vez, un día, escriba cómo es aquello de pedir un café y que me lo sirvan sin miedo sin tener que advertirlo.

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